lunes, 10 de octubre de 2011

Comentarios de la obra

José Pérez de Arce
Museógrafo
Museo Chileno Arte Precolombino

Agradezco a Francisca y a Benjamín por haber logrado una nueva conjunción entre el extenso y complejo cúmulo de antecedentes recopilados durante años acerca de la Anadenantera y a la forma poética de darlos a conocer. Esta forma de entregar el conocimiento permite poner sobre la mesa la parte más difícil de los contenidos relacionados con este tema, que por otra parte son los contenidos centrales a la esta discusión, es decir la producción cultural de estados de conciencia especiales. Este tema, que generalmente queda relegado en los trabajos científicos a una frase o un par de frases de algo que esta “mas allá” de los contenidos, es precisamente el tema que está relegado a un proceso mental que no puede ser sujeto de análisis y raciocinio, porque se rige por otras normas. El encontrar vías de abordar este tema nos enfrenta directamente al arte, y eso es lo que han hecho a través de este documental. Abren así una puerta hacia el infinito universo de las percepciones de la realidad, que siendo un capítulo central a la comprensión del mundo humano, es tradicionalmente obviado por lo difícil que resulta tratarlo con las herramientas tradicionales de la ciencia.

La percepción de la realidad a través de una forma poética es la única que permite abarcar las zonas mas profundas de las otras culturas, y sin duda que este documental se acerca de un modo mucho mas serio y documentado a esa realidad, haciendo que la visión poética pueda tener infinitas posibilidades de percepción por parte de quien lo ve, desde la simple simpatía visual hasta la comprensión de los múltiples mensajes que encierra.


Germán Manríquez:
Biólogo especialista en genética humana
Facultad de medicina
Universidad de Chile

Anadenanthera ilustra un aspecto central de la naturaleza del conocimiento científico: su carácter parcial e incompleto, como ocurre con toda forma del conocimiento. Por lo mismo, si asumimos que conocer es una compulsión inmanente a la condición humana, equiparable a cualquier otra acción fisiológica como respirar o alimentarse, podemos concluír que el conocimiento científico, justamente por ser incompleto y compulsivo, se basa sobre el supuesto de que busca la verdad como una meta no lograda, a pesar de que paradójicamente, se basa al mismo tiempo en el supuesto, verdadero, por cierto, de que comenzamos nuestra indagación a partir de la observación de hechos, los cuales aceptamos como verdaderos. El arte de "Anadenanthera colubrina" muestra cómo formas múltiples del conocimiento y modos diversos de pensamiento enriquecen significativamente la sed compulsiva por conocimiento, más allá de lo que suponemos estrictamente científico.

José Berenguer
Arqueólogo
Departamento Curatorial
Museo Chileno de Arte Precolombino.

Anadenanthera es, sobre todo, una propuesta estética. No busca describir
ni explicar los hallazgos que, por más de 150 años, han hecho diversas
disciplinas científicas sobre esta visionaria planta de las selvas
orientales de los Andes. Persigue, más bien, transmitir al espectador la
experiencia subjetiva de Gelcich y Gili con esa planta y esas
investigaciones. Lo hace mediante un fotomontaje que evoca una frenética
travesía psicodélica, donde se licúan y funden de manera borgiana espacios
y tiempos, textos y contextos, colores y sonidos. Veo un potencial de
aplicación de esta obra en museografías sobre experiencias chamánicas en
Sudamérica.

Claudio Gutierrez
Filosofo
Academia de Humanismo Cristiano

Quiero agradecer a Benjamín y Francisca por invitarme a participar en esta ponencia y a partir de su documental habernos hecho inhalar estás impresionantes imágenes alucinógenas sobre esta semilla chamánica.

Se me ha pedido que diga algunas palabras sobre esta planta psicoactiva; la verdad que tuve que recurrir a la información encontrada en las páginas de la red de internet. Y ahí supe que era un árbol que se encuentra en una gran parte de nuestra Suramérica, que atraviesa selvas tucumanas-bolivianas, parques chaqueños de Brasil, de Paraguay, de Argentina, se le encuentra en el norte de Chile, y desde el Orinoco al Amazona.

Y mi pregunta es: por qué un árbol que recorre tantas zonas de nuestro territorio, jamás había escuchado sobre él. Será que no conozco lo que tengo frente a mi vista. Y, me pregunto, qué más no conoceré. Tuvo que venir Benjamín y Francisca para enterarme de lo que está frente a mis ojos.

Entonces mi pregunta es: qué conocemos. Y me temo que la respuesta también la saben ustedes. Conocemos lo que está lejos. Conocemos lo ajeno, conocemos el Norte. Sí, sólo el Norte. Y parece que eso es lo que sirve, se valora, incluso lo que existe.

Conocemos los ríos, los árboles, las revoluciones, los héroes, las batallas del Norte…pero y el Sur.

Sí, hemos sido dominados por una epistemología del Norte. Un conocer desde y para el Norte. Hemos sido violentados epistemológicamente desde el Norte. La ciencia, el arte, el lenguaje, los dioses…todo…si es del Norte, tiene valor.

Por eso no conocía el yopo o la cébil o la cobaba, la cunupi o como los pueblos han llamado a este árbol sagrado con esta semilla alucinógena y que durante siglos ha servido para ritos chamánicos y para ofrendas.

En cada momento que leía sobre este árbol más me acordaba de la hoja de coca y sus rituales y la criminalización sobre ella desde el Norte. Es el Norte el que ha puesto el orden, ellos dicen lo que hay que consumir y lo que hay que perseguir, erradicar.

El orden es de ellos, la modernidad eurocéntrica hegemónica ordenadora. Pero si el orden es de ellos…la emancipación tiene que ser del Sur. Hay que elaborar una crítica epistemológica desde el Sur. Aprender a “Conocer desde el Sur” como nos señala Boaventura de Sousa Santos. Toda forma de conocimiento emancipatorio debe comenzar por una crítica al conocimiento mismo.

No debemos contentarnos con” pensar meramente una alternativa, se requiere una forma alternativa de pensar alternativas”.

Cuando el Norte habla de orden y habla de conocimiento, ahí incluye a la naturaleza, cómo regularla, dominarla…no vivirla…no el Sumak Kawsay (el “buen vivir” aymara, es decir la armonía del humano con la naturaleza).

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